Para el cristiano, la guerra espiritual no consiste tanto en gritar al diablo como en creer que Jesús es el Señor en cualquier situación a la que nos enfrentemos. La incredulidad dice que debemos enfrentarnos al enemigo y luchar por la victoria, pero la fe declara que Jesús ya ha ganado. La incredulidad se acobarda ante el nombre del adversario, ya sea enfermedad, deuda o depresión. Pero la fe exalta el Nombre que está sobre todo nombre.